Dos cuerpos que se eclipsan
que se cubren con violetas,
con ósculos de madreperlas.
Encuentros fugaces
de cuerpos peregrinos
que cabalgan
en el murmullo de la noche,
en el tiempo sin tiempo,
que se funden con el ocaso
de la alborada
de la pasión,
en la algarabía de sus miradas
de sus cuerpos diamantinos
que se rinden al amor,
que se transforman en olas,
que se pierden en la playa,
en la vereda,
en la nada.
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