Dolor que traspasa todo dolor,
dolor de mil dagas
clavadas en el corazón,
por la humanidad doliente,
que vaga entre la bruma,
su ciudad es un infierno
de alaridos, bombas y metrallas,
guerras eternas, que nunca acaban.
Dolor de seres que se arrastran
cual fantasmas, sin futuro,
seres escuálidos por la hambruna.
Los zopilotes esperan, esperan...
Dolor de rostros abatidos,
condenados a la crueldad
de los llamados
Centros de Readaptación Social,
donde viven en el averno
de las drogas, tortura y corrupción,
de la soledad, de los motines,
y degradación.
Centros de muerte
que avergüenzan a la Nación.
Dolor de los que se miran
al espejo y
no reconocen ni su rostro
ni su cuerpo.
Espectros transformados
por el tiempo, por la enfermedad,
ahora son sombras que vagan.
En lontananza
el murmullo de las aves,
de la brisa del mar,
del ocaso y las gaviotas.
¡Oh dolor! Se escucha un tic-tac
de la esperanza,
una pareja se abraza.
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