Lleva en su rostro las huellas del tiempo,
pero su corazón late con el ímpetu de antaño.
Alegre de carácter, aún tararea al viento
viejas canciones de Lara, Curiel, Ruiz y Tata Nacho.
Desde siempre, ha sido inquieto y servicial,
trabajador y honrado, buen amigo sin dudar.
Sin ser muy cariñoso, es un hombre excepcional
y de él, un consejo bueno nunca puede faltar.
Quedaron, en las hojas rotas de los calendarios,
sus días de árduo, intenso y útil trabajo.
Hoy, disfruta su vejez, sin prisas, a diario,
con el ánimo de un joven, aunque sea anciano.
Y en el ir y venir de tantos y tantos años,
quizás haya perdido un poco su andar rápido,
pero hoy, a sus flamantes 83, luce erguido y espigado,
siempr emuy querido por su familia y sus vecinos.
A este anciano, le dedico estos modestos versos
y para que a nadie le asalte la duda,
aquí les digo que se llama Mario Maestro,
MI PADRE QUERIDO, dicho así, CON MAYÚSCULAS.
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