qué delgada es la memoria de la pluma
que no conoce de rimas ni acentos
cuando escribe firmemente su nombre en el asfalto
encadenado al paso de las estaciones
qué delgada es la memoria de la casa
que no conoce de penurias ni carencias
cuando se acerca la hora de estar juntos
y se sientan tranquilos a la mesa
qué delgada es la memoria de la alcoba
que no conoce de guerras ni tragedias
cuando el placer sigue siendo el pan de cada día
y se está felizmente a su lado
qué delgada que es la memoria de la vida
cuando se ama y se es amado