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YASMINA


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El Peregrinar de un Alma


En un Torreón antiguo
vivía una dama
con su hija que la cuidaba

Como cada noche al llegar el alba
se escucharon ruidos extraños
como si alguien se lamentara.

De pronto unos golpes
despierta a sus moradores

Quien llama a la puerta? Pregunta la madre en la madrugada de una noche helada.
No se, responde la hija adormilada.

Una voz en la noche rompe el silencio del Torreón,
soy yo amada, responde el hombre,
con una voz escalofriante,
soy tu esposo y señor, ese que a la guerra marchara.

No tengo esposo señor,
le responde la dama,
la guerra hace 10 años que terminara,
me quede sola con mi hija,
abandonada esperando su llegada.

La mujer con temor, desliza la barra lentamente,
el portalón franqueó,
se halló ante una figura delgada,
satánica, encorvada
como si de una tumba regresara.

No reconoció a su esposo al principio,
creyó que de un fantasma se trataba,
al mirarlo mas detenidamente descubrió su cara mutilada,
esa que ella le marcara,
cuando quiso ultrajarla.

Esposa mi bien amada,
le gritaba el hombre intentando abrazarla.

La mujer huyó horrorizada,
escondiese en un rincón donde se resguardara.

Mientras la hija con dificultad por las escaleras bajaba,
quien es usted? le pregunto la niña con 15 primaveras recién cumplidas.

Soy tu padre,
respondió el hombre,
ese que a la guerra marchara cuando aun no caminabas.

La niña lo miro atentamente,
encontrándose sus miradas le respondió dulcemente.

Tu eres el que a mi madre maltrataba,
cuando esperaba mi llegada,?
Por eso nací invalida, por los golpes que le dabas.

El hombre se postro a sus pies,
las lágrimas no le dejaban ver.

Con una voz venida de ultratumba le dijo,
regrese del lugar donde nadie lo hace,
solo para pedir perdón,
la tumba es mi hogar,
pero los remordimientos no me dejan descansar.

La niña poso su mano sobre su cabeza,
un rayo de luz rodeo esta,

Levantarte le dijo dulcemente,
nosotras te perdonamos todo lo pasado,
ahora pide perdón a Dios,
el es el que guía nuestros pasos
y nos da fuerza para seguir luchando.

El hombre se levanto penosamente
encorvando su cuerpo,
la mano a su esposa le dio,
a su hija en la frente un beso deposito.

Con voz trémula, entrecortada y profunda
se escucho un lamento pidiendo perdón
y dando gracias a Dios,
se despidió para siempre,
del mundo de los vivientes.

La noche cubrió su cuerpo,
solo se vio su alma,
volando hacia el cielo,
libre de sus remordimientos.

Madre e hija se abrazaron
llorando desconsoladamente
pero en el fondo de sus almas
encontraron la tranquilidad.

De poder por fin descansar
sin escuchar por las noches
ese lamento de un alma en pena
que por los pasillos corriera.


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YASMINA

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 02-03-2004
Última modificación: 00-00-0000


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