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Julio Serrano Castillejos


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Mi vida en la UNAM

Mi transitar como alumno de escuelas particulares y oficiales estaba ayuno de la más importante experiencia dentro de mi vida académica: el ingreso a la Universidad Nacional Autónoma de México, hasta el año de 1952 en que intenté los primeros trámites de mi inscripción en la Escuela Nacional Preparatoria, la Número Uno, como le llamarían para distinguirla de la nocturna y de otras de la propia universidad. Ya aprobado el examen de admisión, en el mes de enero de 1953 asistí a las oficinas de las calles de “Justo Sierra” en el llamado Barrio Estudiantil para presentar mi documentación en la ventanilla del bachillerato de Ciencias Sociales. Ahí en la larga fila de aspirantes conocí a un joven de tez blanca, nariz aguileña pero no prominente, delgado, de frente amplia y de pelo no muy abundante pero bien repartido, jovial y de temperamento ligeramente nervioso, de nombre Mario Hernández Malda. Nos identificamos de inmediato y en cosa de diez minutos ya estábamos contando chistes para el solaz de todos los muchachos formados en espera de la apertura de la ventanilla correspondiente. Portaba mi nuevo amigo un chaleco tejido a mano por su mamá y desde el primer momento me pareció gente de modales finos, bien educado, muy participativo y de carácter extrovertido. Un mes después, coincidimos en el mismo grupo de alumnos, el “A”-1, y ya en el compañerismo de los días iniciales de clases, me invitó a su casa ubicada en las calles de Nayarit número 42 de la Colonia Roma de la ciudad de México, en donde conocí a sus papás y a su única hermana. El progenitor de mi amigo, don Mario, me pareció un hombre adusto pero amable, supe era el fundador y director general de la revista México al Día. La mamá de Mario, Doña María Luisa, era un dulce de señora que al momento de escribirse estas líneas vive a su avanzada edad con su hija del mismo nombre.

Me permití hacer una breve semblanza de la familia de mi amigo Mario pues la vida nos ha mantenido unidos en el afecto, no obstante haber tomado distintos caminos profesionales. Si Dios nos presta vida en cosa de un año y medio estaremos celebrando nuestro primer medio siglo de una sólida amistad a prueba del paso del tiempo y de otras vicisitudes. Más adelante y por diversos motivos aparecerán distintas menciones alrededor del referido ex condiscípulo Mario Hernández Malda.

Para situar al lector en los inherentes datos históricos se hace necesario señalar que los primeros antecedentes de la fundación de la Universidad datan del año de 1536 (exactamente cuatro siglos anteriores al año de mi nacimiento), derivados del interés del arzobispo Fray Juan de Zumárraga, pero fue hasta el día 21 de septiembre de 1551 cuando se expidió la Cédula de creación de la Real y Pontificia Universidad de México. Real, por estar a las órdenes del rey de España, pontificia por depender espiritualmente de la autoridad papal y universidad por su calidad de institución de enseñanza dispuesta a abarcar todo el saber humano, o sea, la universalidad del conocimiento, organizándose de manera similar a la de otras universidades europeas, en especial a la de Salamanca.

Al sobrevenir la época independiente se suprimió el título de Real, a la universidad, pues el rey de España dejó de ejercer soberanía sobre la misma, pero se le siguió llamando Pontificia. En 1867 el doctor Gabino Barreda estableció la Escuela Nacional Preparatoria, con base en la “Ley Orgánica de Instrucción Pública del Distrito Federal” expedida por el presidente Benito Juárez, tomando como modelo para su plan de estudios el pensamiento de Augusto Comte, filósofo francés creador de la escuela positivista y de la ciencia sociológica. El positivismo postula la idea de que la persona física debe renunciar a conocer el ser mismo de las cosas y conformarse con verdades obtenidas de la observación y de la experiencia, encontrándosele similitud a esta tesis con la doctrina denominada materialismo dialéctico. Dicho de manera más clara, las dos referidas corrientes combaten el dogmatismo y proponen una conciencia sostenida en el conocimiento científico. La escuela se abrió en las calles de San Ildefonso con una matrícula de 900 alumnos, correspondiéndole, como es natural, al profesor Gabino Barreda fungir como primer director. Dicha institución ocupó el local del Antiguo Colegio de San Ildefonso hasta 1982.

Los antecedentes de la universidad moderna se remontan al proyecto presentado ante la Cámara de Diputados por el célebre educador Justo Sierra, de fecha 11 de febrero de 1881. En dicho proyecto Sierra incluyó como partes esenciales de la moderna institución las escuelas de Bellas Artes, de Comercio, de Ciencias Políticas, de Jurisprudencia, de Ingenieros, de Medicina, la Normal, la de Altos Estudios y por supuesto la Escuela Nacional Preparatoria. El 30 de enero de 1907 anunció don Porfirio Díaz en su calidad de presidente de la República, la apertura de la Universidad Nacional, misma que en una valiente y temeraria lucha estudiantil de los años de 1928 y 1929 logró su autonomía, en la cual participó de manera directa y destacada mi señor padre, Julio Serrano Castro, junto a otros jóvenes como Alejandro Gómez Arias, Baltasar Dromundo, Angel Carvajál y Carlos Zapata Vela, para obtener el tan ansiado estatuto jurídico y contar con la ventaja de manejar la institución con libertad de cátedra, aunque en muy posteriores “luchas” estudiantiles se ha pretendido interpretar dicha autonomía como soberanía, pretendiéndose crear un estado dentro de otro estado, según aconteció en el sexenio del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.


La gloriosa Escuela Nacional Preparatoria está ligada a nombres históricos e ilustres, como el del insigne maestro Ignacio Ramírez, el muy respetado maestro Sebastián Lerdo de Tejada, el destacado mentor Ignacio Manuel Altamirano, el profesor de geografía Miguel E Schultz (constructor del Anfiteatro “Simón Bolívar”), Alfonso Reyes como presidente de la Sociedad de Alumnos de 1906, el entonces joven conferencista Antonio Caso, el ilustrísimo profesor Erasmo Castellanos Quinto nombrado en 1915 y del cual tuve el honor de ser alumno en la cátedra de Literatura Universal en 1953. Por cierto, Mario Hernández Malda me hizo recordar hace cinco años cómo por una broma de mal gusto un compañero nuestro provocó la única ausencia injustificada del maestro Castellanos Quinto, diciéndole “mañana no tendremos clases”. Cuando al lunes siguiente se enteró don Erasmo que el viernes anterior –día de su inasistencia- la Preparatoria completa había funcionado con normalidad, dijo: “-En los días de la Decena Trágica asistí a clases exponiéndome a recibir un tiro en la cabeza y ahora por la broma de un malandrín falté a clases, por única vez en mi vida, injustificadamente”. Al venerable anciano se le salieron las lágrimas y de verdad sentí pena por él.

El edificio de lo que fue mi añorada escuela es de cantera gris en su fachada y el resto de mampostería con arcadas sobre pilastras y muchas de sus partes exteriores recubiertas de tezontle y además cuenta con marcos y cornisas de chiluca. Tiene en su fachada un relieve en mármol de San Ildefonso. La entrada principal para el área de aulas estaba del lado norte en la calle de San Ildefonso; el ingreso principal era por el llamado Patio Chico, a la derecha un pasillo conducía al Patio de Pasantes adornado con una media fuente incrustada al muro y hacia el fondo se podía ver el majestuoso Patio Grande, por donde se podía ingresar al Generalito, recinto principal de los actos del Colegio de Jesuitas en siglos anteriores y llamado así para distinguirlo del Salón General de la Real y Pontificia Universidad de México, que era de mayor jerarquía. La sillería de dicho salón estaba trabajada en maderas finas, con tallas que narran pasajes bíblicos. Los veinte óleos que cubren los muros de este magnífico y monumental espacio representan a personajes relacionados con la vida del antiguo colegio. En esta misma zona del edificio está la ex capilla. En el lado sur estaba la puerta para ingresar a las oficinas universitarias, a dos anexos y al Anfiteatro “Simón Bolívar”, en donde se escenificaban actos de la Máxima Casa de Estudios como las ceremonias de inauguración de cursos, concursos de oratoria, asambleas y demás. Hacia los lados poniente y oriente el edificio se localizaba entre las calles de República de Argentina y las del Carmen. El añorado inmueble tiene tres niveles y en un tiempo contó en su azotea con equipo especial para observar el firmamento, allá por el año de 1950.

Enfrente de la puerta principal de San Ildefonso en una accesoria de seis por cinco metros estaba la tortería “El Pánuco”; ahí vendían cuadernos, libretas, blocs para dibujo, lápices, cigarrillos, tinteros y demás: Era una auténtica miscelánea, en donde compraban nuestras compañeras de estudios hilo y agujas para reparar su ropa. A unos cuantos metros de la aludida entrada y ya en la esquina de la calle del Carmen, era posible gozar de las frías cervezas de la cantina “El Cairo”. Para “botanear” echábamos a la suerte la compra de las tortillas, no por eludir el pago del kilogramo de esos deliciosos e inflados discos de maíz, sino para evitar ir a formar “cola” entre mujeres de mandil y uno que otro albañil de gorro de papel periódico.

En el cubo de la escalera del Patio Grande el artista jalisciense José Clemente Orozco pintó a Hernán Cortés y a la Malinche, desnudos, en una clara alegoría de la fusión de las razas, indígena y española. Esa escalera era paso constante de los estudiantes para acceder a los salones de los pisos altos. Alguien con muy buena letra tipo de imprenta puso pie al mural, pero la letra inicial de la última palabra en la frase "lo cortés no quita lo valiente", fue modificada de la manera más jocosa.

Desde los primeros días de clases hice amigos que lo habrían de ser para toda la vida, como Tito Zamorano Zamudio, Luis Nava López (q.e.p.d.), el ya aludido Mario Hernández Malda y Alejandro Sáenz de Miera, quien ya no vio llegar el siglo XXI. Otros que perdí de vista como Justo Prieto, Sergio Romano Muñoz, Jorge Herrera Valenzuela (destacado periodista), Guadalupe Salomo Cruz, Mirna García Villalobos, Carlos Hidalgo (q.e.p.d.) y el ya desaparecido German Roeningher. También tuve buena amistad con alumnos del segundo año de “Prepa”, entre los que recuerdo a Pedro Vázquez Colmenares, Enrique Soto Izquierdo, Alfredo V. Bonfil, Iram García Borja, Luz María González, Emma Cravioto Manzano y los ya fallecidos Manuel Osante López y Píndaro Urióstegui Miranda. Al año siguiente conocí a Servio Tulio Acuña (q.e.p.d.), a Carlos Monsivais, Miguel Osorio Marván, Alfredo Ontiveros Zárate y Edgar Paulín Guerrero.

Desde un principio me ungí al carro de la llamada “grilla” universitaria. Pedro Vázquez Colmenares me ofreció el puesto de subsecretario de Relaciones Exteriores en la llamada planilla verde, encabezada por este inquieto joven hijo de un ex gobernador de Oaxaca, para buscar su arribo a la sociedad de alumnos y dirigir por todo un año a la grey estudiantil. Olvidaba decir que el centro del primer equipo de futbol americano de la Universidad, Manuel “El Chato” Ibarra, también era mi compañero de grupo y apoyó junto con Tito Zamorano Zamudio, Mario Hernández Malda y otros las inquietudes político estudiantiles de Vázquez Colmenares, reputado como orador de talla intermedia entre sus hermanos Genaro y Juan. En cuanto a mi persona, el compromiso con Pedro estaba seriamente establecido por el rimbombante membrete antes señalado: Subsecretario de Relaciones Exteriores.

Con el candidato a la presidencia recorríamos salones para hacer prosélitos recabando previamente la autorización de los profesores. El equipo de oradores era para impresionar a cualquiera, pues además de Pedro pasaban a la palestra Manuel Osante López y Enrique Soto Izquierdo, dos muchachos de muy buena presencia, de ademanes elegantes y palabra muy fluida, siempre impecablemente trajeados y con corbata (Pedro vestía igual), dispuestos a convencer a cualquiera alrededor de las virtudes de la Planilla Verde. Con Mario Hernández Malda, un amigo al que decíamos Guty y otros más pintamos de verde los tableros de los aros y la cancha para el juego de baloncesto del Patio Grande; con Luis Nava López y Federico Río de la Loza conseguimos tres mil paletas de limón gratuitamente, para regalarlas a nombre del candidato en los intermedios entre clases y no descansábamos un segundo para derrotar al “Conejo” Héctor Murillo, apodado así por nosotros, sus opositores, para atribuirle una supuesta tendencia clerical y exhibirlo políticamente ante los futuros electores. “Imagínense –decíamos a los cuatro vientos- el Conejo Murillo escogió para su planilla el color azul, porque es mochilas”. Un compañero del estado de Hidalgo llamado Daniel Reséndiz, también apoyaba a la Planilla Verde con discursos de buen corte y de estilo convincente. Tito Zamorano era de los aguerridos y desde un principio se ganó las simpatías de Pedro Vázquez Colmenares, sumando a sus huestes a muchas compañeras. El grupo de los intelectuales lo encabezaba Raymundo Ramos, por ese entonces adjunto del maestro de Introducción a la Filosofía, Nicolás Molina Flores, al que encontré mas de cuatro veces en los tugurios de la Colonia Obrera, como “El Barba Azul” y “El Cielito Lindo”, a donde íbamos para ver bailar a la desnudista Josephin, poseedora de unas caderas de diez de calificación. ¡Ah!, Lazlo Musong era del grupo de los llamados “cerebritos”, entre los amigos de Pedro. Alfredo V. Bonfil era pieza importante, pues además de su simpatía innata era un “grillo” de finos alcances, como lo demostró posteriormente en la política nacional al lograr el cargo de secretario general de la Confederación Nacional Campesina, sin haber pisado nunca un surco y sin haber sembrado ni siquiera un frijol, de esos que poníamos en un vaso con un secante para ver en nuestras casas el proceso de germinación y explicarlo posteriormente en la escuela primaria.

En la próxima entrega pretenderé explicar parte de la obra mural del antiguo solar universitario, en donde destacaron Diego Rivera, José Clemente Orozco, Alva de la Canal, Fermín Revueltas, David Alfaro Siqueiros y otros célebres pintores mexicanos.


Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 10-09-2005
Última modificación: 06-09-2010


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