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Julio Serrano Castillejos


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La ley kármica (cuento)

(Cuento Metafísico)

Las almas llegadas del planeta Hercóbulus, próximas a reencarnar, formaban largas filas, semejantes a un sembradío de espárragos para esperar su turno y recibir instrucciones de sus guías.
Allá abajo la materia se movía en formas opacas e incandescentes de un caldo de cultivo creado por un Dios único y verdadero. Átomo por átomo el equilibrio maravilloso de las formas corpóreas permitía el transcurrir del tiempo en una madeja de mundos y en otra de galaxias, mientras la inclemencia de las leyes físicas iba transmutando todas las substancias.

Quien fuera en Hercóbulus el guerrero Yum, ahora identificado en el campamento kármico con la clave Tres-Catorce-Dieciséis compareció ante su guía para contestar el cuestionario de las almas sujetas a inminente reencarnación. El espíritu guía irradiaba una luz de tonos suaves,propios de su rango, dejando escapar una agradable musicalidad de la parte superior de su aura.

-Te llamaré Yum -empezó diciendo el guía-, por ser el nombre de tu anterior vida material. ¿Puedes indicarme cómo abandonaste tu último cuerpo.
-Fui devorado en Hercóbulus por mis congéneres, al caer prisionero en una guerra sin nombre.

La luz del guía cambió de un amarillo pálido a un azul eléctrico, recobrando su color inicial al continuar el interrogatorio de la siguiente manera.

-¿De acuerdo a los códigos de moralidad aplicados en Hercóbulus dejaste cuentas pendientes?
-Ninguna, maestro.
-Entonces, puedes reencarnar en un mundo superior. Te corresponde por ahora uno llamado Tierra y nuevamente el sexo masculino. Tú escogerás padres y al tomar la materia pasarás por una experiencia traumática, pues al nacer debes recordar espiritualmente los dolores de la carne. Te aconsejo no tomes posesión del ser físico antes de los seis meses de su gestación, pues sin las inherentes facultades ya desarrolladas, nada tendrás por aprender. En el seno materno se empezará a incubar en ti el amor y no debes alejarte de su senda.

-Dios creó los mundos para la perfección espiritual -continuó diciendo el guía- y no para enaltecer la materia, pues ésta es sólo un recipiente para lograr la perfección. Pero debes cuidar tu cuerpo como templo de ti y del creador de todas las cosas existentes en el universo, pues aunque nacerás de la unión de hombre y mujer nada se te dará para abuso, a nombre de bajos placeres. Si no quieres regresar a Hercóbulus en otra reencarnación, dedícate a las tareas que den brillo a tu espíritu para obtener el premio de mundos mejores y superiores a la Tierra, pues apenas estás recorriendo los primeros peldaños de la escala de valores. Mira mi aura, cubre de luz esta parte del cosmos como resultado de millones de trabajos dedicados al engrandecimiento de mi espíritu;
aunque hoy estoy en situación inferior a la de mañana, por haber aprendido a aplicar sin vanidad la sabiduría y a reflexionar con justicia en bien de los demás. Aún antes de su postrera muerte material, ya era este tu guía un trabajador incansable en bien de sus hermanos, y es por tal razón que aquí me encuentro para orientarte. ¿De qué sirve la vida si no se le ha de aprovechar dignamente? Pues la riqueza, el poder y la belleza del cuerpo son ilusiones que vuelan con el viento y que con la muerte terminan. Sólo Dios puede colmar los espíritus y al hombre mismo, siempre que destruyamos toda clase de pasiones profanadoras del verdadero sentido de la existencia. La Tierra, en donde habrás de nacer en breve, es superior a Hercóbulus, pero en gran medida un mundo de arcilla y lágrimas; la imagen del terror y del hambre, de la desesperación y de los afanes incumplidos, de la hostilidad primitiva y criminal, de la perfidia y de la iniquidad en donde todavía se matan entre hermanos para poseer un pedazo de carbón cristalizado o para gozar de bienes materiales de ínfimo valor. Al tomar la carne, imponte desde tu nacimiento un camino difícil de recorrer, pues no son los envueltos en pañales de seda hombres necesariamente buenos. No busques el mejor país de la Tierra, pero sí uno que necesite tu presencia. Si has tomado en cuenta mis consejos inicia tu nueva aventura. Adiós Yum, abajo te esperan.

El espíritu Tres-Catorce-Dieciséis se dejó ir como flecha dirigiendo su luz a un mundo de exquisita redondez. La Tierra, al recibir los rayos del sol se veía como una pelota jaspeada en donde el azul de su atmósfera y sus mares contrastaban con con blancos y grises claros de las nubes, dejando escapar pequeñas porciones de ocres continentales.

El espíritu próximo a reencarnar se acercó lo suficiente para distinguir el dentado verde de las altas cordilleras, la nieve de los volcanes y los crepúsculos y las auroras. Después voló envuelto en su transparente forma entre las gotas del rocío y la acariciante bruma de la mañana, pensando siempre en las palabras de su guía y maestro. Su instinto lo llevó a incursionar por la campiña mexicana hasta detener su viaje en la profundidad de un valle poblado de hombres y mujeres de tez morena.
Tres-Catorce-Dieciséis sintió palpitar su aura aceleradamente al ver el vientre prominente de una joven indígena. Esta deberá ser mi madre, dijo para sí, en el instante de tomar posesión de su nueva vestimenta carnal en San Pablo Guelatao, aunque ignoraba que ese 21 de marzo se iniciaba la epopeya de una nación. ¡Había nacido Benito Juárez!


Nota.- El cuento LA LEY KÁRMICA, aparece publicado en la Antología de Cuentistas Chiapanecos de César Pineda del Valle.


Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 13-05-2004
Última modificación: 11-10-2005


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