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Julio Serrano Castillejos


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Julio Serrano Castro y el experimento democrático en Chiapas

Cuando todo parecía marchar a favor de Julio Serrano Castro a fin de arribar a la gubernatura de Chiapas, un grupo de generales del Ejército Mexicano encabezados por el prestigiado militar Joaquín Amaro, a quien se le considera el creador de las estructuras básicas modernas del citado Instituto Armado, entrevistan al primer mandatario, Miguel Alemán, para solicitarle que en su calidad de presidente de la República apoye la candidatura de otro general, don Francisco J. Grajales, como gobernador del ya referido estado.

La estrategia en materia política es un arma de enorme valor y en el caso concreto se utilizó para sacar airosamente al licenciado Alemán Valdés del complicado compromiso, pues por un lado alentó las aspiraciones de su amigo Serrano Castro y por el otro, siendo el primer presidente civil de la etapa pacífica del México del siglo XX después de una retahíla de generales sentados en la silla principal del Palacio Nacional, vienen a pedirle un favor connotados militares, al que no se puede negar, pues todos ellos apoyaron decididamente su campaña de candidato a la presidencia de México.

Dicha estrategia consistió en meter a la pelea a otros dos precandidatos. Para dividirle a don Julio a sus simpatizantes en el centro del estado, en donde radicaba gran potencial de su fuerza política, se logra la participación del ingeniero Gil Salgado Palacios, hombre carismático, afable, inteligente y por añadidura –a decir de las damas- de buen ver, con lo cual se gana las simpatías de un amplio sector femenino. Para restarle votos a Julio Serrano Castro en la costa de Chiapas, interesan para que salte al ruedo del palenque político a un gallo de pelea que acuerpado por un importante sector de Tapachula hace sonar su nombre, pues me refiero a don Bernardo Palomeque, precedido de una bien ganada fama en el campo de los negocios. Ahora los presuntos candidatos eran cuatro: Julio Serrano Castro, Francisco J. Grajales, Gil Salgado Palacios y Bernardo Palomeque, a los que menciono –como en los programas de teatro- por orden de aparición. A continuación relato la segunda parte de dicha estrategia política.

El Partido Revolucionario Institucional encabezado en su Comité Ejecutivo Nacional por el general Rodolfo Sánchez Taboada, anuncia públicamente que ante la presencia de cuatro prestigiados hombres como aspirantes al gobierno de Chiapas, y no teniendo preferencia por ninguno de ellos, declara a la entidad su laboratorio democrático a manera de que sea la ciudadanía a través de un plebiscito la que decida cuál de los cuatro aspirantes será el abanderado del PRI en los comicios ya próximos. Nótese que el aspirante apoyado por los generales que fueran a entrevistar al presidente Alemán, era también general (don Panchito), contando con un congénere de la misma graduación en la presidencia del CEN del PRI, y además con otro general como gobernador en funciones en la entidad, el célebre y simpático bohemio de mil canciones y versos don César Lara. El delegado de dicho partido en Chiapas era el general Jaso, que vino a apoyar abiertamente las pretensiones de su compañero de armas. Serrano Castro se enfrentaba entonces a una pléyade de generales que a los ojos de los observadores de aquellos días se veían como invencibles, y por otro lado, don Julio ante tal situación debió afrontar el desaliento de muchos de sus partidarios. Por entonces era subdelegado del PRI en Chiapas un joven de nombre Luís Echeverría Álvarez, ahora de triste memoria para los mexicanos de espíritu justiciero.

Por aquellos días no existía la reglamentación más elemental para celebrar un plebiscito de manera transparente y democrática, ni se manejaban dentro de las normas electorales –como hoy- los términos de “equidad”, “objetividad”, “certeza” e “imparcialidad”. Luego entonces, el recuento de partidarios de cada precandidato tuvo señaladas deficiencias; pero además, los encargados de hacer la sumatoria entregaron “sus” resultados a los jerarcas del Partido, que ya traían línea. Antes de este veleidoso procedimiento los partidarios de Julio Serrano Castro que ostentaban cargos públicos en el gobierno del general César Lara, habían recibido invitaciones para sumarse a la campaña proselitista del general Grajales y si no obedecían eran cesados fulminantemente, como aconteció en el sonado caso de don Carlos Castañón Gamboa, conocido por su amigos como “Calichis” y a la sazón Director General de Educación Física del Gobierno del Estado, quien optase por perder el empleo para seguir en la lucha al lado de su amigo Julio. En pocas palabras las condiciones estaban dadas para la “derrota” de los tres pretensos gobernadores que no tenían ligas con el Ejército: un abogado, un ingeniero y un hombre de negocios.

Ante la evidencia de un panorama que le era a todas luces adverso a Julio Serrano Castro hizo circular un manifiesto dirigido al pueblo de Chiapas, del que más adelante doy apenas una pálida muestra del fondo de su mensaje pues la publicación de todos sus párrafos agotaría el espacio:

“Acepté mi postulación al Gobierno del Estado, primero, porque tuve pruebas evidentes de que auténticas masas ciudadanas anhelaban nuestra participación en la política, deseosas de que Chiapas salga del marasmo en que se encuentra hundido; de que las nobles y generosas instituciones conquistadas por la Revolución lleguen a ser realidades vivientes para el pueblo chiapaneco; de que el progreso abra sus amplios horizontes en un Estado tan potencialmente rico como el nuestro, y, ante todo, para que cese ya la Era ignominiosa del nepotismo, del enriquecimiento ilícito de un puñado de malos ciudadanos que en unión de sus parientes y favoritos están esquilmando al pueblo chiapaneco; y, segundo, porque estimo que es deber ineludible de los ciudadanos limpios y probos aceptar las graves responsabilidades de la función política, como único medio de purificar el ambiente de la administración pública en nuestra entidad federativa.(…)

“Quizá porque el pueblo de Chiapas sabe que he sido y soy un ciudadano honesto, que no me he enriquecido en los altos puestos públicos que me ha tocado el honor de ocupar y que después de desempeñarlos por muchos años, soy un hombre pobre; tuvo fe en mí y me siguió anhelante durante todo mi recorrido por Chiapas, dispensándome recepciones inolvidables como las de Arriaga, Tuxtla Gutiérrez, Pueblo Nuevo, Huixtla, Tapachula, Tonalá, Suchiapa, Chiapa de Corzo, San Cristóbal las Casas, Amatenango del Valle, Comitán, Pichucalco, Ocosingo, Salto de Agua y otros muchos lugares, en los que todo un pueblo volcó su entusiasmo y su fe en los destinos de Chiapas. Lo confieso sin jactancia, mi honradez, mi probidad, son virtudes bien sencillas y modestas, pero el pueblo las comparaba con la conducta de los funcionarios de Chiapas y en contraste con ella, las veía refulgir como grandes virtudes; y ese contraste, lo llevaba al delirio en su deseo de que hombres honrados lo gobiernen. Confieso también, que siempre he sido leal a mis sentimientos revolucionarios y que mi vida la he consagrado a la defensa de los intereses de las grandes colectividades. Mi pueblo, sin duda, me siguió, porque también tiene fe en mis profundas convicciones sociales (…)

“En efecto, durante la campaña consagré mis energías a estudiar e investigar los graves problemas que aquejan a nuestra patria chica. Recorrí Chiapas y mi preocupación constante, más que la propia actividad política, fue la de establecer conexiones con todos los sectores vivos del Estado, sin distinción de grupos ni categorías, para adentrarme en los verdaderos anhelos del pueblo y sentir sus palpitaciones, a fin de poder servirlo mejor, si con su voto me ungía Primer Magistrado de Chiapas. Aparte del contacto directo que tomé con todos los pueblos, ejidos, rancherías y centros de trabajo que visitamos, establecí el precedente de las conferencias de Mesa Redonda en las campañas electorales locales, y los frutos recogidos en las siete que efectuamos en Arraiga, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, San Cristóbal las Casas, Comitán, Pichucalco y Salto de Agua, rendirán beneficios directos a nuestro Estado, ya que todos los sectores que concurrieron a las mismas, tuvieron, por primera vez en nuestra historia, oportunidad de analizar y estudiar los hondos problemas que aquejan a la colectividad chiapaneca y de expresar su auténtico sentir dentro del más absoluto respeto a la libertad de pensamiento. El esfuerzo de las citadas conferencias significa una franca cooperación al engrandecimiento de Chiapas, aun cuando no hayamos obtenido el triunfo* anhelado, puesto que en las mismas fueron analizados, aparte de los problemas de cada región, los siguientes estatales: comunicaciones y transportes, ganadero,, agrícola, demológico, comercial y bancario, educativo, fiscal, obrero, editoriales, indígena, industrial, forestal, ejidal, irrigación y captación de aguas , y aprovechamiento y conservación de recursos naturales.

“Nunca lancé injurias en contra de mis oponentes, ni aun ataques justificados, y a pesar de que fui víctima de constantes calumnias y de una sistemática campaña de diatribas, siempre conservé la serenidad del hombre de bien y jamás denosté a precandidato alguno. Frente al vendaval de injurias que recibía, prediqué la concordia entre la familia chiapaneca y reiteré que la democracia sólo cumple su función, cuando en las luchas electorales en vez de dividir y romper la unidad entre los componentes de un pueblo que ansiosamente busca su redención, fortalece los lazos de la solidaridad social, y cuando en lugar de hundir a la masa ciudadana en un abismo de rencores y odios estériles y negativos, la eleva a un plano de concordia, en el que el trabajo y las energías humanas captadas con fines de superación social, se convierten en un himno creador del bienestar del hombre. Y estos conceptos los reafirmo hoy, con el mismo entusiasmo de ayer, porque la derrota no me amarga, ni es capaz de esterilizar mis convicciones revolucionarias y democráticas, sino todo lo contrario, me afirma en ellas y me da fuerza para continuar en la lucha por el engrandecimiento de nuestra patria.(…)

“Toda mi capacidad de trabajo, mi energía, mi entusiasmo sin límite de fatiga, los aporte en cooperación sincera, al trabajo y a los desvelos de miles y miles de ciudadanos, que denodadamente lucharon por el triunfo de nuestra causa, que, sin pretensiones, podemos afirmar orgullosamente era la causa del pueblo chiapaneco. Ni una penosa alteración de mi salud, que en los momentos en que se decidía el destino de nuestro Estado, me obligó a someterme a una operación quirúrgica de emergencia que me retuvo enfermo durante cuarenta y cinco días, me impidió cumplir con máxima lealtad los deberes que me impuse al aceptar mi postulación. Desde mi lecho de enfermo, me negué a entrar en componendas que habrían manchado mi modesta trayectoria democrática y revolucionaria, y me apresté a defender, como lo hice hasta lo último, los intereses que el pueblo confió a mis manos. No importa que la victoria nos haya sido adversa, ya que ningún hombre está obligado a triunfar, por cuanto que la decisión electoral no está en sus manos; pero a lo que sí está obligado es a defender con sinceridad y honradez la causa que representa, y a no tomar determinaciones políticas a espaldas de sus partidarios, para las que no ha sido expresamente autorizado por éstos; y a este respecto, también siento la satisfacción del deber cumplido (…)
“Consecuentemente con mi pensamiento y mi moral política, no vengo a envenenar al pueblo, ni a crearle odios y rencores negativos, ni a fomentar divisiones estériles que impidan su marcha con paso firme por la senda del progreso. Vengo solamente, con mi corazón, con una inmensa gratitud que nace de lo más hondo de mi espíritu, a expresarle mi reconocimiento imperecedero por la confianza que me dispensó, por el honor que me hizo al convertirme en abanderado de sus más caros ideales; vengo así mismo a cumplir con otro deber político, a devolver al pueblo la esperanza, la confianza que depositó en mí, para que, con la intuición de que hablaba antes, sean mis propios correligionarios, con su alta calidad ciudadana, y no yo, quienes decidan el destino histórico, en lo que a ellos atañere, de nuestra patria chica. Yo, a mi vez, sólo me siento autorizado para prometer a mis compañeros de lucha y al pueblo de Chiapas, servirlos en la medida de mi modesta capacidad y de su voluntad soberana.
“Debemos condenar, en defensa de la democracia misma, al abstencionismo político, y vigorizar la participación del pueblo en las luchas cívicas, porque sólo el ejercicio constante de sus derechos ciudadanos hará posible el respeto a éstos y la superación de la democracia, en beneficio del pueblo mismo.
“¡Chiapanecos! Con mi fe puesta en los destinos de Chiapas, me reitero como un leal y devoto servidor del pueblo.
México, D. F., a primero de septiembre de 1948”.
Lic. Julio Serrano Castro.
Sería injusto de mi parte omitir una importante cuestión: El general Francisco J. Grajales en sus cuatro años de gobierno, que corrieron del primero de diciembre de 1948 al día 30 de noviembre de 1952, nunca hostilizó a ninguno de sus tres adversarios ni a sus familiares y careciendo de dinero -su gobierno- para realizar obras grandiosas en la entidad, se dedicó a impulsar los movimientos culturales de Chiapas y en todos lados dejó una estela de afectos.
Don Julio Serrano Castro abrió su despacho en las calles de Abraham González de la ciudad de México. Con sus honorarios pagó sus deudas de campaña. La circunstancia de no haber logrado la gubernatura de Chiapas le permitió obtener resolución favorable en el asunto de un cliente suyo en los tribunales, que le brindaría más adelante una vida decorosa pues a falta de liquidez su deudor le dio en calidad de dación en pago una finca de café, de la cual vivió don Julio el resto de sus días (Continuará)












Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 20-04-2007
Última modificación: 07-08-2019


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