Como es lógico y natural tiendo a ser feminista por mi condición de mujer, pero no soy de las que llevan la pancarta reivindicativa todo el día a cuestas (tengo yo los riñones como pá llevá pancartas).
Estaba yo el otro día en la playa y pude observar el comportamiento de un matrimonio joven con tres niños casi de la misma edad, sonreí al verlo tan iguales y pensé: el primero es hijo del marido, los otros dos son del señor “Ogino”, ya saben, como media España. Mientras los observaba me di cuenta de lo que habían cambiado los tiempos por la forma que ella conducía la situación playera.
Me imaginé a aquel hombre saliendo de su trabajo el viernes por la tarde, llegando a su casa, refrescándose y prometiéndose un tranquilo fin de semana con terapia de sofá, con cervecita fresquita incluida y alguna que otra cabezadita. La parienta había dejado dicho que iba a la peluquería, los niños con alguna cuñada, o abuela de turno, después del repeinado, charla y cotilleo acompañado de un cortadito leche y leche y desplazamiento de recogida de niños, seguramente ya cenados, habrían ya pasado unas cuantas horas, horas que aprovecharía para hacerse dueño ¡del mando a distancia! Y poder ver con la tarjetita de marra; que le vendió un compañero amiguete de la oficina, las taquillas X del digital. Continué imaginando y pude verlo como se le desmoronaban sus relajantes y pícaros planes. La parienta había decidido no ir a la peluquería sino al hiper con los tres niños y llegó a la casa justo en el mejor momento de la película. Con la rapidez de un rayo cambió de canal y se conecto al “Discovery Channel” y así demostrar que él, en sus ratos libres ampliaba sus conocimientos y se culturizaba con buenos documentales. La parienta llegó cargada de bolsas y con los niños llorando por algún capricho no conseguido. Todos sus planes se le tumbaron y él se levantó del sofá para sacar y sacar bolsas del coche, por cierto, que al ver tantos litros de leche pensó que sino sería mejor tener una vaca en el balcón y al ver un paquete de 36 rollos de papel higiénico se quedó desconcertado ya que los niños usaban pañales y ellos se empostaban de fibras por culpa del estreñimiento. Si la llegada inesperada de su parienta y de sus retoños le había sorprendido y chafado sus planes, más esconchaos quedaron sus ánimos cuando se enteró que la parienta había decidido por su cuenta pasar el fin de semana en la playa.
Todo esto me lo pude imaginar por la cara de resignación del pariento. Seguí observando y pude ver como ella se tumbaba boca abajo y cerraba los ojos (táctica muy femenina y antigua) madre con ojos cerrados, padre con ojos abiertos y clavados en los niños, evitando así que los parientos claven los ojos en algunas siliconas sueltas y aireadas. De pronto, una voz profunda que parecía salir de una boca amordazada dio ordenes al pariento:
._____ ¡Antonio! Ponle crema protección 50 a los niños._____
El pariento, como buen representante del género masculino, busca y busca y no encuentra nada. Vuelve la voz profunda y dictadora:
.______ ¡ Antonio ¡ la crema protectora seguramente está en el coche. Cariño traela, que ha dicho la tele que no se debe tomar el Sol sin protección .________
el pariento, resignado y con su estima en el paro, busca las cholas y nos las ve, ¡los niños han jugado a enterrar las cholas!.
En ese instante mi curiosidad fue en aumento. ¿Conseguiría el pariento alcanzar el aparcamiento sin las cholas puestas?. Él sin atreverse a negarse le preguntó:
.______ En que parte del coche puede estar?. _______
.____ Yo la puse en una bolsa de flores, en el maletero.______
El pariento camina sobre la arena ardiente y termina dando saltos al estilo rana olímpica hasta llegar al aparcamiento y al coche. Ya de vuelta trae la bolsa de flores y esta vez salta como si se hubiera arrancado por Aragón con una españolísima jota, al estilo Coros y Danzas de la época franquista. Trae los pies que son dos solomillos vuelta y vuelta y los dedos como papas fritas de guarnición. En la bolsa no estaba la crema protección 50 pero si el pareo color fucsia de la parienta (cosa que le da que pensar). La crema aparece en la bolsa de la tortilla de patatas. Discuten y ella termina yéndose a bañar al azul mar. Él la ve partir y se le pone una cara que es fácil leerle los pensamientos:
.______ ¿Quién le habrá dicho a esta mujer que el bikini le sienta bien?. ________
Continué observando a la pareja en cuestión. Aquel pariento no disfrutó ni unos minutos de relax playero. Ella volvió del baño y se tumbó al Sol.
Me inspiraban un plato combinado de esos numerados que te sirven en una cafetería, ella por las vueltas que le daba a su cuerpo parecía un pollo asado untado de mojo, los niños rebozados de arena hasta los mocos parecían media ración de croquetas, él un “bichillo” quemao, achicharrao y churuscao de tanto recalentarlo.
Dejé de observarlos y decidí disfrutar de mi independencia, de mi privilegiada soledad deseada. Duró poco la tranquilidad. Unos efectos especiales muy sonoros me hicieron de nuevo ponerles atención. Los berridos, llantos y una guerra a base de lanzamiento de arena con cubos y palas incluidos se había desembocado en el seno de aquella familia playera. El pariento y la parienta decidieron huir del campo de batalla. ¡el feliz día había terminado!. Todas las cholas aparecieron menos las del pariento. Ella se fue caminando con sus tres croquetas rebozadas y él la seguía resignado, cargado como un burro, lleno de bolsas, sombrilla, juguetes, sillitas plegables y la neverita camping que ya estaba al baño María.
Aquel hombre me pareció un gran árbol de Navidad de algún escaparate de un “Todo Hogar” o de un “150”. No caminaba, saltaba de tal forma que parecía un Riky Martín llevando el ritmo de la música salsera que salía de uno de los chiringuitos.
Me senté y miré el bello horizonte y entré en una reflexión profunda, llegando a la conclusión de que no volvería a desear la igualdad con el hombre y que ser carrocilla tiene unas ventajas que ¡¡ alucinas en colores !!.
Que tengan ustedes un feliz día de playa. ¡Hasta el próximo monólogo!
Mercedes A. Alexandre.
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