Me siento flotando en un cálido y acogedor seno materno. En mi reducido mundo me siento cómoda, calentita y muy amada. Escucho como es el mundo en el exterior. Aunque soy consciente de lo que me espera, ya que en mi memoria quedan almacenadas y vivas las experiencias acumuladas a lo largo de mis anteriores encarnaciones.

Me comprometí al elegir a unos padres, un hogar y un entorno donde desarrollar la misión encomendada en esta nueva vida. Lo que no recuerdo muy bien; o al menos hasta hace poco no tuve claro, es que misión era la que tenia que realizar y seguir con mi evolución.

Como todos los mortales, he pasado por etapas de desaliento, otras de incomprensión, y muchas veces me pregunté cual era mi misión en esta vida. Porque no olvidemos, que todos venimos a este mundo con una misión escogida.

De pequeños la recordamos perfectamente. Pero a medida que pasan los primeros años estos recuerdos quedan difusos en la mente. De esta forma, vamos caminando un poco a ciegas, sin un rumbo definido.
Las experiencias por las que vanmos pasando y los "palos" que nos da la vida son la mejor escuela para sortear obstáculos.

De esta forma, poco a poco vamos adquiriendo sabiduría y comenzamos a recordar, lo que nunca se aparto de nuestra memoria.Llegado este momento, es cuando somos conscientes de la importancia de lo descubierto. Puesto que de este modo sentimos que la vida adquiere un nuevo aliciente.

Es como el que está pendiente de un examen y descubre entusiasmado que lo supero con buena nota. La misión por la que venimos al mundo, es la asignatura pendiente. Por la que tenemos que batallar hasta lograr realizarla con éxito.

De esta forma crecemos en nuestra evolución. Subimos un peldaño en la encrucijada desafiante del destino.

Nada tan gratificante, como descubrir cada uno la misión que se le encomendó. Y así caminar sin titubeos sabedores que concluida esta existencia habremos logrado lo que vinimos a realizar. Retornando a la Gran Casa felices por la misión cumplida.


Mabel Alcaraz

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