|
Ese día Ricardo hizo el cierre de varios negocios. Su jefe lo felicitó y la próxima semana viajaría a Roma para firmar un contrato millonario. No cabía la menor duda, estaba de suerte y al dirigirse a casa una idea cruzó por su mente, era miércoles y más tarde se reuniría con unos amigos a jugar a la ruleta, era el día justo para apostar los ahorros. Estaba seguro que los duplicaría.
Al comprobar que Paula no estaba, se dirigió a la biblioteca y en la penumbra apartó un pesado librero que dejó al descubierto la caja de caudales. Al dar la última vuela a la perilla, ésta se abrió y sustrajo una bolsa de plástico con tres fajos de billetes. Nervioso cerró la caja fuerte y al voltear se encontró con Paula que llevaba un papel en la mano y ésta al ver una sombra, gritó angustiada: ¡UN LADRÓN!, saliendo de inmediato de la habitación. Todo sucedió tan rápido que Ricardo no tuvo tiempo de proferir palabra y creyendo que algún malandrín estaba en la planta baja, corrió detrás de ella. Paula al tratar de escapar, tropezó con un patín de su hijo y rodó por las escaleras pegándose en la sien. Ricardo trató de reanimarla inútilmente, Paula había fallecido.
Con lágrimas en los ojos, Ricardo notó que Paula en una de sus manos tenía un papel, al abrir sus dedos y comenzarlo a leer, su rostro que ya estaba lívido, se perfiló, se hizo transparente, se sintió mareado y con un fuerte dolor en el pecho, se desplomó pesadamente.
La policía encontró dos cadáveres y un papel: RICARDO LLAMÓ BRÍGIDA, PASARÉ LA NOCHE CON NUESTRA HIJA. LOS FAJOS DE LA CAJA DE CAUDALES SÓLO TIENEN EL BILLETE DE ENCIMA, LO DEMÁS SON FOTOCOPIAS PERFECTAMENTE APILADAS, POR SEGURIDAD GUARDÉ EL DINERO EN OTRA PARTE, MAÑANA LO SABRÁS, TE AMO, PAULA.
|
