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Migbet


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¡Bendición!

�Bendici�n!


S�, pap�, te pido la bendici�n, como acostumbramos aqu� en Venezuela, a pedir a los padres, a los t�os, padrinos, a quien queramos mucho y tengamos como alguien especial, la bendici�n. S�lo que en este caso, ahora me bendecir�s seguro desde otra dimensi�n, desde un lugar ignoto, y en mi fe, desde donde van las almas despu�s que parten del cuerpo.

Te fuiste mi viejo. Dec�as siempre que te morir�as el d�a que �a ti te diera la gana de morir� y as� fue, porque de otra manera seguro, seguir�as con nosotros aqu�. Te fuiste y dejaste tantos vac�os, la casa se siente m�s grande, tu voz que llenaba y tronaba como un eco, ya no se escucha, tu mueble preferido, te espera para que leas la prensa en voz alta, como siempre, y todas las mujeres que aqu� viven, dici�ndote, �pap�, que Migdalia no ha le�do a�n los peri�dicos� . �Aj�, -respond�as- y a los quince segundos de nuevo la lectura y el correspondiente comentario a la noticia del d�a. Asi, d�a tras d�a de mi estar en casa, me acostumbr� a que siguieras ley�ndome, ahora de adulta y tan vieja como t�, lo que de ni�a, siempre hac�as, la prensa diaria.
Te fuiste mi viejo, y dejaste en todos el vac�o mayor, ese que no se sabe c�mo definir, ni explicar, pero que se siente tan adentro y tan de alma, que pareciera cortara como un fino bistur�. Mi mam�, tan peque�a ahora, tan d�bil, te espera como si hubieras salido de viaje para Cabimas o M�rida, fueron sesenta y dos a�os juntos en un matrimonio donde ella era esa sombra luminosa que te segu�a, que te tuvo como su pilar y gu�a. Mi hermana, llora y sonr�e con pena, va a tu habitaci�n y te busca en cada detalle, ten�as un mundo en ese espacio tan tuyo. Mi sobrina, quien te cuidaba ya como a un ni�o grande, lo quiere todo y luego no sabe qu� hacer con tanto y vuelve sobre sus pasos, acariciando tu ropa. Mi hermano, ha acomodado todo, buscando esos papeles que siempre hay que buscar sin saber cu�les son, encontr�ndote en cada rinc�n donde dejabas tu historia.

Y yo, yo no s� ni c�mo siento, s�lo s� que en este momento escribo con los ojos llenos de llanto�

Como a cada rato, en los �ltimos tiempos repet�as este fragmento, como yo tantas veces, te lo repito, bajito, para que no te despiertes, asustado y temeroso:

�Ning�n hombre es, en s�, equiparable a una isla; todo hombre es, en s� parte de un continente; es una porci�n de la tierra firme.
Cuando el mar se lleva un terr�n, como cuando se deshace un promontorio, Europa se disminuye.
Lo mismo pasa cuando se llevan a uno de mis amigos. �La muerte de todo hombre me disminuye, porque yo soy una parte de la humanidad.
Por eso, no mandes nunca a preguntar Por qui�n doblan las campanas: � est�n doblando por ti ��
John Donne


Pap�, desde donde est�s��bendici�n!
Ovidio Antonio Mansilla Serjal, falleci� el 29 de febrero de 2008, a las 12:00 meridiem.
Migdalia B. Mansilla Rojas, su hija, muri� un mucho ese d�a con �l.


Migbet

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Publicado el: 22-04-2008
Última modificación: 00-00-0000


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