La indiferencia aplicada a la moral humana
es como arma con bala que en pecho disparada
siempre da, nunca falla.
La miríada de sangre derramada
empuja a la locura de ser curada
y los nervios son dioses que demandan
el control de tu mente y alma.
Como presbítero limpiando su sayal
la calma ama al que dispara
y quien recibe con fractuosidad
se arma de hilaridad engañada.
Es la ignominia de uno mismo
la que queda quebrantada
pues los pertrechos se resbalan
entre manos no preparadas.
La perfidia se viste de gala
y se hace ver con honor
ya que quien tanto habla
es porque las palabras escondió.
|