A la mujer que amo
Al escuchar el anhelado sí,
fijamente te miré,
y como siempre te soñé,
mi corazón latió con frenesí
Cómo miraron tus negros ojos,
fue la más bella mirada,
y cómo en lignita pupila
nos consumimos en fuegos
Tu cuerpo sutilmente toqué,
y el mío, por un no sé qué,
entrecortó la respiración
y tembló por loca sensación
Para que mi corazón viviera
lo heriste de amor con tu saeta,
robándole a Cupido su candor
y a Venus todo su amor
El raro dolor que infligió
la dichosa saeta no importó
para este enfermizo orate
loco de tanto amarte
Aún tu mirada pícara soslayas,
como si ignorar quisieras,
pero la mirada en tí clavo
y palpas que de tí, soy tu esclavo
¡Hay cuánto amor tuve mi caro
y cuánto aún tengo de regalo,
grato sentimiento que pervive
confirmando que mi alma vive!
|