No necesito del jardín,
para nada.
El no viene a mi encuentro
en la noche más áspera.
No necesito del naranjo
para nada.
Siempre su engaño cruel
con esa fruta amarga
ardiéndome en los labios.
Amarga como esta casa
que ha perdido los ecos
.
Si por lo menos fuera
el silencio
de algún zapato
con el cordón desatado
o un pantalón en desorden
tirado sobre la cama.
Si por lo menos eso,
pero ya nada
nada.
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