Sola estoy en la lluvia de una tarde.
Afuera gime el cielo en su capricho.
En medio mi casa un leño arde,
y me invita a los brazos del hechizo.
Dulce la magia de tu voz me cerca.
Me rodea el recuerdo y sus vacíos
y ausente como estás me siento yerma,
un campo árido y seco en el estío.
Le miento al corazón en su reclamo,
y le digo que nada se termina,
que toda luz potente permanece.
El, respondiendo dócil se estremece,
y con palabra sabia me destina,
a callar… y asumir cuanto te amo!
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