Nieve y frío tenía mi fiel invierno
en ruinas y en umbrales
en las cruces sangrantes de la vida
y abajo y en subida
bebí los manantiales
sin tocar los dinteles del infierno.
Y en ese caminar desmadejado
de suave tolvanera
surtí al corazón y desde siempre
los ecos que se pierden
en toda la rivera
y en la sangre del clamor de mi pasado.
Los años proclamaban su alegría
y siempre victoriosa
la luz de la mañana en primavera
fue la primera
y sentenciosa
compañera más hermosa de mi día.
Los veranos me dieron los festines
de tiempos consagrados
al bullicio de nuevas juventudes
y lejos de virtudes
sin peligros, sin naipes y sin dados
fui un soldado metido en mil motines.
En otoño mi vida fue sumisa
redonda como esfera
y con aroma místico a Rosario
y en cada horario
de cruel espera
a todos dediqué una sonrisa.
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