Aturdida tal vez, jamás rendida,
como hoja volandera y arrojada
fue frágil y sutil como mirada
de un hechizo sin fin que da la vida.
La suerte la orilló a ser querida
como rayo de luz, como alborada,
como rosa fragante y perfumada
o fruto del edén apetecida.
Hoy extraño en verdad sus lindas manos
los rictus de sus labios lastimeros
y el blanco de los rizos de su pelo.
Extraño sus segundos soberanos
y sus ojos brillando cual luceros
cuando miran de pronto… hacia el cielo.
|