El amo fui de mi solar risueño,
el dueño de avecillas y de rosas
del golpe sentencioso de las cosas
para entonces vivir despierto el sueño.
Y en ese caminar de luz y empeño
de aquella mi pasión de fe fogosa
la palabra de Dios, siempre virtuosa,
fue mi camino de tenaz ensueño.
De tanto caminar antes el suelo
buscando afanes y tal vez victoria
veía los mares y jamás la gota.
Y buscaba tierra teniendo al Cielo
y casi a la mano la dulce gloria:
disfruto aliento… que jamás se agota.
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