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Maria*


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HOMBRES DE MAR

Suavemente suspira la brisa del mar
mientras las olas con su inquieto andar,
diseñan los azules con blancas espumas
fantasmas de caracolas y negro coral
bailando entre las aguas que vienen y van.
Delinea el horizonte una línea de unidad
semejando que el cielo se une al mar,
descubriendo las sirenas de bello cantar
que seducen con sus coros melodiosos
a los marineros que se atreven a soñar.

El par de pescadores se van a navegar,
esperando pronto la bodega llenar:
eran un jovenzuelo y un viejo lobo de mar,
el marinero llamábase solamente Juan,
siendo huérfano de padres,
un día llegó a la casa del capitán.
Aquel varón inculto de negro mirar
considerábase un veterano al pescar,
aunque carente del poder de amar,
abrió sus brazos para Juan cobijar.

Era un hombre recio de gran plantar,
a quien gustábale fanfarronear
jugando vencidas en cualquier lugar
y una vez que ganaba,
corría la cerveza para celebrar.
De sus labios jamás se oyó brotar
una palabra de amistad para Juan,
aquel individuo era de poco hablar
pero a pesar de la fiereza de su actuar,
el chaval lo había llegado a admirar.

Así con esos dos hombres de mar
la embarcación se adentró a la profundidad,
siempre bajo la orden del capitán
buscando donde su barco anclar,
para tener el pan a la boca que llevar.
Juan tira las redes con gran afán,
deseando grandes presas que pescar
soñando con mujer que desea desposar,
pero las quimeras son de triste despertar
cuando del agua saca la red a desaguar.

¡Vamos Juan deja ya de imaginar,
La luz se termina, pronto el día acabará!
El jovenzuelo dice “me quiero casar”
y lo que saque será para la religiosidad
de la morada que deseo formar
con esa bella sirena del viejo zaguán.

¡Ah! si serás grandísimo gamberro Juan
a las mujeres ni una perla has de dar,
porque aunque el tesoro del corsario
llegues a encontrar, nunca las hartarás.
Bien poco sabes de la existencia Juan
te has fijado en hembra de poco afán,
a esa matrona le gusta corretear
con dos manos de cartas para ganar
y son muchas las veces que la oscuridad,
la ampara detrás del rojo portal
esperando sus clientes para platicar,
deja ya de soñar y ponte a trabajar.

No mi capitán, no se vaya a equivocar,
aunque joven estoy según su pensar
tengo gran experiencia que reservar,
pa’ mi el pasado, no es de mucho importar
así que le afirmo a esa bella cortesana,
del brazo y de blanco la llevaré al altar.

¡Eh! Si serás terco y necio chaval,
mientras se te pasa la vida en delirar
muchos han gozado de esa mujer ya,
hasta yo la he llegado a venerar.
He recorrido ese camino a rabiar
sintiendo en su cuerpo mis caricias
que la hacen cabalgar y gritar,
la he escuchado de placer pronunciar,
frases ardientes que no puedo olvidar
¡Ámame mucho más! ¡Soy tuya barbaján!
¡Eres mi dueño desde mucho atrás!

Silencioso quedóse el noble Juan,
no podía creer lo que acababa escuchar.
su patrón, su ídolo, su casi papá,
habíase convertido de repente
en el macho, en el más odiado rival.
Por su cabeza parecían aun retumbar
las voces hirientes llenas de maldad,
entonces desgarróse su alma en mitad,
y sus ojos antes serenos tenían otro mirar.

En ese momento se oye la voz del rufián
¡Vamos rápido rumbo a aquel manglar!
Allá esta la presa, mira el mar enchinar,
¡Por Dios que esto es como el arrabal!
¡Cómo gozo cuando el agua veo brincar!
¡Apúrate que la fiesta va a comenzar!
Juan obedecía como un manso animal
que agradece el mendrugo de un pan
pero en el fondo quería su trabajo acabar.

Los grandes peces nadaban sin cesar
de un lado a otro sin dejarse atrapar,
¡A toda máquina estamos cerca ya!
Las redes y el chinchorro vamos a tirar,
espero esa gran bodega inundar
de los pejes que no quieren enganchar.
No se sabe si fue descuido o su cantar,
más las redes se le enredaron al pisar
cayendo el mastodonte dentro del mar,
¡Ayúdame Juan que no puedo nadar!

A punto estuvo de tirar el cabo al gañán,
pero el dolor del alma pudo mucho más
cuando a lo lejos le pareció observar
que una negra aleta emergía del mar,
rápida y amenazante se veía acercar
aquella cola del peligroso animal.
Clavó sus ojos en los del fornido jayán
como diciendo “aquí te quedaste capitán”

¡Sácame del agua! ¡Sálvame Juan!
Patrón, por su bravura le llegué admirar,
pues no pocas veces de la cantina
a rastras lo llegué a sacar,
corrimos grandes aventuras a bufar,
con saltos de cama en cama
compartiendo mujeres de cada lugar.
Pero lo que no le puedo perdonar,
es que haya tocado a la hembra
a quien pretendo desposar,
dígame entonces pues mi capitán
¿Que haría usted en mi lugar?

El inminente ataque del tiburón
no se hizo demasiado esperar,
mientras Juan ni un músculo movió ya.
después el silencio y aves revolotear
acompañaron los tristes sollozos del chaval.

Regresóse Juan solitario de altamar
venía buscando aquella hembra del portal,
la tomó entre sus brazos en lucha tenaz,
ofreciéndole corona y velo de altar.
La noche de bodas no se puede olvidar
cuando en pleno tálamo nupcial,
dos fieras en celo se amaron sin cesar
más, cuando el varón bebía ese manjar
loca de placer la mujer alcanzó a gritar:
¡Ámame mucho más! ¡Soy tuya barbaján!
¡Eres mi dueño desde mucho atrás!

Las sombras de la noche lograron cobijar
la figura de un nuevo hombre de mar,
y besando la frente de la mujer
que anteriormente llegó a reverenciar,
al oído se le acercó para susurrar:
quédate con tus favores mujer fatal,
sigue dando amor al que te pague más,
quiero olvidarte, me regreso al mar
no vuelvo, voy rumbo aquel manglar
¡Pues el tiburón no puede esperar!




Poesia concursante en el certamen de los Juegos Florales del Carnaval de Mazatlan 2009


Maria*

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 11-07-2009
Última modificación: 12-07-2009


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