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Los años se hicieron viejos,
trotamundos y un poco solitarios.
Siempre buscando un norte a donde ir,
y la verdad de esas cosas,
que ocurren sin sentido.
Decidí caminar entre gentíos,
entre seres amorfos que no sienten,
que no perciben más que sombras.
Yo estaba tan triste,
que quise remediarlo con palabras,
y conceptos llenos de mensajes,
y me equivoqué,
una vez más me equivoque de paso.
No había que darlos al frente,
ni besar banderas,
ni loar el ritmo de aquel himno,
solamente escuchar aquel vacío,
interpretar sus códigos,
y darme cuenta,
de que la soledad había triunfado,
y que tal vez mi corazón,
se volvió esceptico,
y ya no dio una tregua,
ni señales de querer volver
a donde siempre estuvo.
La luz estaba en la prisión,
esperando cadena perpetua.
En eso desperté,
sudoroso,
con el miedo inundándolo todo.
Corrí hacia la ventana,
abrí también las puertas.
Entonces me di cuenta,
que el sueño oscuro de esa noche,
había caducado.
Y que jamás volvió.
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