Siempre pensé en ti,
te lo aseguro,
y lo hice a todas horas,
sin tregua...
Caminé por las veredas de tu ser,
miré la ternura de tus ojos,
y abrí las puertas y ventanas de mi casa,
pero no te vi llegar.
Aún recuerdo tu silencio,
los modos de tus manos,
tu sonrisa árabe,
tu elegancia cálida y humana.
También aquel tímido beso mañanero,
y sus contornos,
el color del cariño y la puesta de sol...
las rosas y amapolas del jardin de tu alma.
Y es que aunque yo no lo quiera,
la presencia fugaz de aquel trato nocturno
me susurra al oido un soneto perdido,
una estrofa de fuego,
y un romance de hielo.
Y la brisa marina,
el horizonte azul y blanco
hicieron de testigos de aquellas azucenas,
de las dalias marchitas...
Por eso yo te digo,
que siempre pensé en ti,
que te quise y te quiero,
que lágrimas no valen,
ni consuelo,
ni nada que suplante aquel trato nocturno,
aquel fugaz paisaje de la noche,
aquellas veleidades,
Seguiré esperando tus besos,
con la quietud de la esperanza,
desterraré mis dudas,
y como siempre, seguiré soñando.
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