Otra vez en el cubículo de paredes mortecinas.
Otra vez acompañada de las luces de neón, el acero.
Recorro un pasillo largo, incierto aire metálico,
se abre un verde oscuro y apagado, no da esperanza.
Sobre la camilla se acuesta el dolor miedoso,
manos desconocidas son los ángeles guardianes,
ellos sostendrán mi vida en la brevedad
de mi sueño sin sueños.
Ahora no estoy
Sólo sé de un bisturí impío.
Abro los ojos
¿Es el Eliseo un lugar donde el despertar es celestial?
¿Es un tumulto de pitidos donde te amordazan los silencios?
En un parpadeo escucho; -se nos ha ido-
no era yo, sigo palpitando.
05-08-05
VEGA BAJA-SAN BARTOLOME
|