Hice de arena los relojes.
Para olvidar las horas que se iban.
Para no ver que el tiempo transcurría.
Pero los granos fluyeron sin mesura
buscando en el otoño, primaveras
y en el verano, inviernos a porfía.
Hice volar mis ilusiones
y regresaron cansadas pero vivas
buscando sustento para el alma
entre las hojas llenas de poesía.
Y el corazón labrado por heridas
volvió a latir de amor como aquel día.
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