En el tintero que está en mi escritorio, reposan las letras
que no tienen ni fondo ni forma, pero que esperan nacer.
Anhelan convertirse en palabras, simples o compuestas,
son ellas caprichosas, pues quieren salir y luego volver.
Al llegar y abrir el tintero, salen como locas y en tropel,
nada ni nadie las detiene, son tan revoltosas y latosas.
Cuando están así, francamente yo no las quiero ni ver,
me dan pena, por desgarbadas, por absurdas y curiosas.
Prefiero pues que se vayan, no las puedo bien acomodar,
sé que siempre, ahí muy en el fondo de ese viejo frasco,
quedan otras letras, que me ayudan incluso a recordar,
con ellas puedo trabajar y hasta escribir un largo ensayo.
En el tintero de mi escritorio, sé que siempre hay letras,
sólo tengo que saberlas escoger y armar en palabras.
Son como los instrumentos musicales de una orquesta,
cada una es importante, mientras no estén desafinadas.
Mientras llega su hora, en él reposan las feas y bellas,
que no tienen fondo ni forma, pero que esperan nacer.
Anhelan ser una poesía, ser un cuento, fábula o novela,
ellas son tan caprichosas, quieren salir, para luego volver.
|