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Noche en calma, canción de amores
en el huerto, música que viene
entre aromas y multitud de colores,
aires mágicos de una noche de viernes.
Flauta del pastor en la montaña,
con su silencio es arpa de poeta
que todo lo cuenta, sin olvidar nada,
tal cual, exacto, al pie de la letra.
Las hojas tiemblan, la conciencia lucha,
las almas vibran entre la bruma,
se retuercen, se restan y se suman,
cuerpo a cuerpo, sin reserva alguna.
Cantos y querellas, fuentes sin rumores,
débil corazón humano en raudo torbellino.
Los grillos callan, ya no hay amores,
pasa la luna de largo y oculta su brillo.
La desnuda roca herido corazón coloca,
tristeza del ocaso entre revueltas olas;
una risa sórdida en el ambiente ya flota,
es una hiena, vagando por ahí, muy sola.
Todo ha muerto en ese apartado huerto,
todo es vano, se amontonan pesares.
Los besos, desperdigados, cubren el suelo
y las palabras, mudas, juegan en los aires.
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