a mi papi
a quien le debo la amargura
de algunos días felices
mientras el sol dibuja los colores
de un día resplandeciente
y una suave brisa va cubriendo el valle con un trinar de pajarillos
bajo el cántico de arroyos perfumados de pinares
yo me concentro
el grip bien afianzado
para lograr un swing de mediodía
-acompañado con un sensual vaivén de las caderas-
y sin perder la vista
llega el momento en que se suelta el golpe
y un arco perfecto se traza en el paisaje
y un profundo divot horada la pradera
pero
dónde ha quedado la malvada
ni un paso se ha movido
y parece que me mira a carcajadas
y el pecho se me llena de blasfemias
y el día no es tan perfecto como pareciera
y todo para qué
para perseguir a la esquiva y cacariza pelotita
que sólo me ha dejado un amargo sabor a ortigas en salmuera
|