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Julio Serrano Castillejos


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Julio Serrano Castro, el servidor público

Es lugar común llamarle servidor público a cualquier persona que labore en el gobierno, ya sea en el federal, en el de un estado libre y soberano o en el municipal, sin considerar el fondo de la expresión y su sentido semántico. Por una deformación de la filosofía política aplicada en México el que se dice “servidor” llega a servirse de los demás en lugar de prestar su desinteresada ayuda al conglomerado. El auténtico servidor público hace de su participación un apostolado. No quiero decir nombres pero ¿sabe el lector cuántos políticos a la mexicana llegaron con una mano enfrente y otra atrás y salieron del servicio público con las escarcelas cargadas de oro? Se dicen políticos y “son bandoleros que buscan la encrucijada más impune para expoliar a la sociedad”.*

Julio Serrano Castro sale de las aulas universitarias haciendo profesión de fe de su temperamento idealista pues después de ocupar funciones en donde su aprendizaje es el de practicar la modestia conjuntamente con sus conocimientos legales como escribiente primero, posteriormente en calidad de actuario y luego en la secretaría de acuerdos de un juzgado, lo nombran por méritos propios Juez de lo Civil y al terminar su encargo ya no tiene para sobrevivir ni ocho días, pues los sueldos eran de una frugalidad franciscana y debe salir a la calle a buscar un nuevo empleo. Con su hermano Emilio, siendo ambos solteros, rentan un pequeño departamento y adquieren muebles a crédito y así entre los dos visten su hogar con lo más indispensable. Cabe destacar que en aquel entonces no había estabilidad en el trabajo y los ceses, sin motivo alguno, estaban en el orden del día.

Ya casado con mi señora madre, de nombre Betty Castillejos Madariaga y con posterioridad a su viaje a Sudamérica para representar al gobierno cardenista, ocupa importantes funciones en el Departamento del Trabajo en donde hace sólida amistad con el licenciado Ignacio García Téllez, su jefe y además iniciador del Instituto Mexicano del Seguro Social, lo que acontece en la segunda mitad del gobierno del general Lázaro Cárdenas. Arriba a la Presidencia de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje en el sexenio del general Manuel Ávila Camacho y en una etapa sumamente álgida de las relaciones obrero patronales, pues los estatutos normativos aún no tomaban cuerpo en materia laboral, debiendo intervenir directamente en la solución de complicados conflictos económicos -amén de los jurídicos- de las industrias azucarera, hulera, petrolera, textil, eléctrica, cinematográfica metalúrgica, minera, cementera, automotriz, química, de celulosa y papel, ferrocarrilera, tabacalera, empacadora de alimentos, etc., participando eficientemente en la elaboración de los contratos ley y en la de los contratos colectivos de trabajo. Intervino brillantemente en la solución de un problema gremial de los tranviarios del Distrito Federal, quienes en agradecimiento pretendieron obsequiarle una casa, la que fue rechazada por Serrano Castro con una especie de enérgica cortesía, y al trascender que tan importante funcionario carecía de automóvil propio, se le presentaron a su domicilio con uno de último modelo, pero tampoco lo aceptó, pues don Julio sostenía que el recibir dádivas era una forma de corrupción que no iba con su estilo ni con su comportamiento habitual. Los tranviarios lo obligaron a recibir una placa conmemorativa que don Julio guardó en un armario y nunca la enseñaba ni a sus familiares y mucho menos a sus amigos.

Las oportunas intervenciones de Serrano Castro para solucionar conflictos gremiales de la industria cinematográfica le ganan la amistad y simpatía del Secretario General de la Asociación Nacional de Actores, el charro cantor Jorge Negrete, al que le acepta invitaciones en diversas ocasiones y en compañía de mi madre, para asistir al centro nocturno de moda de aquel entonces denominado “El Patio”. Negrete iba siempre con su pareja, la carismática y popular actriz de cine Gloria Marín.

El espíritu conciliador de Julio Serrano Castro y sus demás dotes profesionales lo catapultan hacia la Subsecretaria del Trabajo y Previsión Social, para convertirse en un destacado colaborador del presidente de la República y del secretario del ramo, el licenciado Francisco Trujillo Gurría, entrañable amigo quien un día le dijese -“Mi estimado Julio ¿cómo es posible que los jefes de departamento lleguen a sus labores en automóvil propio y usted lo haga en camión del servicio urbano?”

El subsecretario Serrano Castro debía mantener a esas alturas a una familia de dos adultos y cuatro niños, viéndose por otro lado en la obligación de pagar a Pensiones Civiles un préstamo para construir la casa familiar, pero como nunca tocó un solo centavo de sus gastos de representación a los que tenía derecho como alto funcionario, lógicamente el sueldo no le alcanzaba para adquirir en propiedad un automóvil. Esto lo supo don Francisco Trujillo Gurría y en uno de sus acuerdos con el presidente Ávila Camacho le deslizó discretamente el detalle de modestia extrema de su colaborador, solicitándole su generosa ayuda. El “Presidente Caballero” dio órdenes de que se le entregara en propiedad a don Julio uno de los automóviles de las oficinas de la presidencia, un Packard de ocho cilindros, vestiduras de lujo, radio y todos los aditamentos modernos de la época. Ese vehículo fue una especie de reliquia para el nuevo propietario, quien siempre guardó grata memoria a favor del general Ávila Camacho.

Resulta candidato a la presidencia de la República por el Partido oficial pero ahora con nuevo nombre (PRI), un ex condiscípulo de don Julio, el licenciado Miguel Alemán Valdés. Ya como Primer Mandatario electo tenía en mente nombrar a nuestro homenajeado Director General de Petróleos Mexicanos, pero el presidente saliente, Manuel Ávila Camacho, le recomienda para ese sitio de la administración pública a un norteño de nombre Antonio J. Bermúdez. Entonces el licenciado Alemán cumple con la petición de su antecesor y le pide a Serrano Castro se haga cargo de la Subdirección General de PEMEX, pues ahí requiere de un hombre enérgico que lo ayude a sacar adelante a la industria petrolera. El nuevo Subdirector organiza la estructura administrativa de la empresa paraestatal y crea una serie de subdirecciones que hasta la fecha subsisten. Es el año de 1948 y el presidente Alemán alienta a su ex compañero de aulas para que busque su arribo a la gubernatura de Chiapas. Con semejante espaldarazo y según lo aconsejaba la propia lógica política, en lugar de solicitar licencia en la Subdirección de PEMEX renuncia a la misma y parte hacia Chiapas en una abierta precampaña de proselitismo electoral. (Continuará)
* José Ingenieros.


Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 18-04-2007
Última modificación: 26-02-2008


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