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CONCHA LÓPEZ


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EN MEMORIA

Iris, Her Autumnal Errand por Atkinson Grimshaw

EN MEMORIA

por CONCHA LÓPEZ




Cada 14 de mayo recuerdo que, escondido entre los desperdicios de un camión de la basura, encontraron el cuerpo sin vida de una niña de tres años, víctima de violencia. De violencia de género. De violencia machista. Porque era una niña. Porque era diferente.
Como ella, otras niñas y otras mujeres fueron muriendo, también violentamente porque eran diferentes. O, quizás, porque pretendían abrirse camino en pie de igualdad con hombres que no las entendían, con hombres de su misma edad en el mundo de las relaciones humanas: mismos lugares de diversión, misma manera de acceder la ellos, misma hora de entrar en la casa, misma manera de acicalarse...
Mujeres. Ser mujer es difícil. A los ojos de la sociedad, asentada en arcaicas costumbres, la valoración que se hace de los hombres y de las mujeres no es la misma. A ellas se las mira con lupa para tratar de encontrar el error en el comportamiento social y políticamente correcto, para ver si hay provocación, para ver si la fuerza física, profesional y moral está a la altura de las circunstancias masculinas.
Esta forma de violencia transciende al concepto de machismo o feminismo: no sólo es una autoafirmación de la prepotencia del varón sobre la mujer, sino que anula los derechos que leS corresponden a las mujeres igual que a los hombres. Y, lo que es más grave, estos actos se ejercen sobre las niñas, ser que aún están por formar...
¿Qué estamos haciendo mal para que criaturas indefensas continúen siendo agredidas e incluso asesinadas por personas adultas, delante de nuestros ojos, sin que nos movamos?
¿Será que no somos capaces de educar en la igualdad, la convivencia y el respeto a nuestras crianzas y nos vemos luego en la necesidad de castigarlas en su madurez, por los errores que cometen y por los que nosotros cometemos?
Creo que la sociedad y los poderes públicos están fallando. Y nosotros fallamos. Si no fuese así, la muerte de Erika no se habría consumado y las múltiples agresiones sobre las mujeres y sobre los colectivos más desfavorecidos habrían recibido su justo castigo o se habrían evitado.
Erika, por ti y por todas las niñas y mujeres, por todas las personas que están padeciendo las consecuencias de la inconsciencia, de la ambición, de la incultura, de la prepotencia y de la dejadez de una sociedad que, lejos de dejar a sus crianzas un mundo mejor, les deja como herencia el mismo, o incluso uno peor.
No deberíamos olvidar que nuestras niñas y niños hoy dependen de nosotros, pero mañana nosotros dependeremos de ellas y de ellos.



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