Igual que una gacela herida por la tarde, el dolor se refugia en la humedad

  Donde los ballesteros, en la cima secreta y apical de la tarde

  Ha quedado en el aire morado de la tarde un hueco de alabastro

  Ya los músicos ciegos, con su salmodia oscura, cruzan lentos la Puerta

  Recostado en la arena, el buen Abul Jaqam te había prometido

  La luz de parasceve, la casa de David. Con espadas de fuego, los ángeles

  Hasta la alcaicería la madrugada arrastra por acequias sonoras estrellas

  Con frialdad mineral de reptil, el alfanje secreto del tiempo hiere esquinas

  Por los hondos barrancos del dolor se resbala a pozos del silencio

  Con el arco tensado sobre los acueductos, los caudillos del tiempo

  Un hombre no es un hombre hasta que no ha sentido en su pecho

  Ya vas rindiendo al tiempo su sórdida alcabala: este rastro de azufre

  Con la pasión secreta y erosiva del agua, el lirio se levanta

  Quien escribió estos versos no tuvo el privilegio de conocer los días

  lamento haberte encontrado así entre papeles y pericotes

  En noches como ésta me acerco nudo de sirenas y descoloridos carteles

  N.N. -asustado maltrecho todas las señales le apuntan

  El tiempo verde botella se hace trizas en las ventanas occidentales

  En el ruedo agitado de idas y vueltas contrariada pesca sin fin milagrosa

  El violinista ruso aquel trabajó todo el día sin éxito la gitana vendió todo

  Pero sé que estos ruidos sólo se hacen pedazos en mi cabeza

  Al teclear me preparo para un nuevo dolor mis dedos postrados

  Puedo dibujarlo la arena entre los dedos señala el aire de tumulto

  La camioneta se deslizó como un jabón en la bañera la muerte disfrazada

  y la noche es un remolcador viejo y carcomido al oeste de la bahía

  el tiempo del amor se acaba como una hoja agrietada. y las historias

  se muere marilyn monroe marilyn monroe se muere mirando el cielo

  mis padres, algún tiempo cercano a 1930, se enamoran ya tarde

  para Lucía escribo, sentado a la siniestra del vástago, en noches

  los caminos asolean cabezas de noche, nubes de niños

  el tiempo como luz en la noche atrapa efímeros golpes

  dicen que los caballos van dejando de existir, les creo, aquí no hay caballos

  y, ¿dónde?, ¿dónde se esconde el retrato de Rimbaud? ¿dónde

  a cuarenta y dos horas de tu distancia mi rastro huele a maníes deshechos

  como sirenas de la noche crepuscular medusas de tu cabello hecho cielo

  acerca de los trabajos y los días puedo decir que no domé tigres en el asia

  Son siete contra el muro, de pie, y uno sentado. Apenas si conservan

  Hoy dejé la ciudad mientras dormía. Sé que no he de volver

  Algo como un rumor que se despide tiembla sobre el jardín, lleva las hojas

  La manera de peinarte desnuda ante el espejo húmedo del baño

  La muchacha del cuadro mira a la visitante del museo. Son jóvenes las dos

  Se despertó al oír un ruido a sus espaldas, un murmullo de frondas

  Las jóvenes diosas, nocturnas apariciones (ropa oscura, plata quemando

  Calculaste al detalle cada paso, sutil, desde hace siglos. Finalmente

  Miras arder lo que ha quedado en pie del último sendero: la luna llena

  Ayer estaba mi amor como aquella nube blanca que va tan sola en el cielo

  Oh, noche tan profunda en que estoy sola! Mares y vientos de tristeza

  Negra gavilla de sombras. Negra tierra, negro sol. Si el dolor color tuviera

  Aquí, junto a esta puerta, aquí llamo llorando. Aquí sin cuerpo llego

  Busco tu corazón. Hacia ti vuelvo. Dame mi soledad, mi viento estremecido

  Camino entre casas de cartón, entre gentes sin alma. Dentro de mí resuena

  Inmóviles las manos, el cuerpo abandonado, así, cerrar los ojos

  Sabía que existía esa voz, esa clara voz mágica; que me estaba llamando

  Hacia adentro, muy hondo, donde la risa tiene el temblor del sollozo

  Tú, voz fugaz, soledad, adiós. Dentro, pura, la llama se consume

  Qué jauría salvaje! La oigo rugir y estoy ausente, sola, tan ajena

  Como un niño, jugaré con mi sombra sobre la arena pálida

  Estás en mí. Desde mis ojos miras estas suaves colinas en que flota

  Sobre el césped, tendido, bajo el cielo exultante de arreboles

  Detrás de las palomas está el campo, detrás de las campanas

  Así te ves mejor, crucificado. Bien quisieras herir, pero no puedes. Quien

  Hay en la peña de Temaca un Cristo. Yo, que su rara perfección he visto

  Mira al norte la peña en que hemos visto que la bendita imagen se destaca

  Oh, mi roca!... ¡La que me pone con la mente inquieta, la que alumbró

  Eres Tú la Sunamitis pura y blanca que soñaron los patriarcas y entrevieron

  La tibia luz de la luna la está besando en la sien. No os acerquéis a su cuna

  Verán los siglos un drama... un sangriento panorama que a Dios mismo

  Eres Tú la Sunamitis, cuyo dulce imperio abarca los eternos siglos

  La hierba fulgura más verde que anteayer y me he acercado. Al abrigo

  Esta misma quietud la reconoces, el lecho de la luz, esplendor del estío

  Caen, dices, devotos labios de nácar descreído y hace mucho que la lluvia

  Todos los amaneceres durante siete años, un dulce espectro tomaba

  El pueblo entero se congregó en su agonía. La vida la pasó guardando

  He muerto. Mira mis manos malva caer en el silencio, y mi sombra sin carne

  Acodada en la barra o la terraza. me miro desde lejos como dicen

  No es tan tóxico ya: también caduca el amor en la fecha señalada

  He soñado esa palabra... que se escapa de mis dedos huye de mis labios

  Esta noche Buscaré los detonantes De tus explosiones interiores

  La sombra de la nube Nos cubrió Delicada, suave, tibia

  Aves que expanden sus alas Revolotean sobre mi cabeza Vuelan

  En cada esquina esperaré la casualidad de verte entre la gente

  Tira el viento de tu falda, cabalga sobre las ondulaciones de tu cabello

  Como ala plegada de mariposa tu falda ondea llevándote en leve vuelo

  Quiero mutilar las yemas de mis dedos las que tienen grabado tus nombres

  He subido la colina con mis manos alzadas para tocar el cielo

  Sol de medianoche Crisol de corazones Sonriente cuarto menguante

  He alzado mis desnudos brazos hacia el cielo rogando agua

  En el calor del trópico En el silencio de la noche En el murmullo del mar

  Recorre la tronante voz del dios, el ancho y largo cielo

  Rompe el cristal del silencio cantar de grillos y ranas, la luna y su séquito

  Busca la brisa entre el desierto negro algún vestigio verde

  Danzan los árboles, abrazados al viento, que lleva el ritmo, agitan sus hojas

  La tristeza es roja El invierno verde Blanco de luto Noches amarillas

  Sube curvilínea la carretera arriba el imponente cerro abajo despierta

  Dedos de sol atraviesan la floresta, y con su toque mágico, cual Midas

  Inhala, exhala Inhala, exhala Inhala, exhala ... hasta secar en el fondo

  Hoy el silencio se posó sobre mis libros llegó a mi casa selló mis labios

  Ya se oye el fuerte aleteo de las palomas blancas sobre las calles

  Los que transformaron su nacionalidad y lenguaje para sobrevivir

  Lejos viajó mi sueño sobre espaldas de mariposa atravesó la casa

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